miércoles, 2 de abril de 2014

IRRIGACION Y ESPACIO EN UN PUEBLO MEXICANO

Reflexiones de un pasado prehispánico
JAN A.J. KARREMANS
(Traducción libre de Manuel Sánchez Cruz, Manuel Sánchez Ramírez y Raúl Martínez Vázquez)

Izúcar de Matamoros presenta a los muchos forasteros que pasan por ella en su camino a los centros turísticos de Oaxaca, Chiapas o Yucatán, una imagen típica de una aculturada, más o menos moderna y muy cristiana, comunidad mestiza (1). Ni siquiera suficiente pintoresca para ameritar una visita prolongada. No es un lugar que un Antropólogo Mexicano, culturalmente educado, podría escoger para un trabajo de campo, pues la pobreza a simple vista, huelgas o actividades políticas la marcan como no interesante para el científico social “aplicado”. La mayoría de los pueblos y aldeas del campo mexicano comparten muchos aspectos de su cultura con un pueblo como el de Izúcar, pero permanecemos graciosamente ignorantes a los finos detalles de su existencia. Hay dos razones para este estado del problema. En primer lugar una tendencia existe entre los antropólogos culturales que estudian México a buscar el tiempo y de nuevo la compañía del indígena popular. Son considerados el único grupo exótico suficiente para garantizar una investigación de sus hábitos y costumbres. En segundo lugar esos pocos que si estudian una comunidad mestiza, muy a menudo lo hacen a un nivel más regional, restringiéndose ellos mismos a estudiar los aspectos políticos y socioeconómicos: pobreza, opresión o explotación son los temas principales. La religión, por ejemplo, es relegada si no considerada superflua. Hay unas pocas excepciones a esta situación, principalmente desde la primera mitad de este siglo (y tratando solamente en parte con las comunidades mestizas). En 1973 un estudio sobre el pueblo de Cholula apareció para investigar seriamente cosas de religión y administración tradicional, pero la falta de detalles comparado con los “estudios indígenas” es indignante (2).

Como consecuencia de este problema nuestro conocimiento del campo mexicano es muy escaso. Este artículo, es entonces, para mostrar las posibilidades de un acercamiento diferente. Más específicamente, trataremos de demostrar como la religión permea los dominios de los espacios políticos y agrícolas de la cultura de Izúcar de Matamoros. Mas allá de demostrar que sobre un nivel estructural estos varios dominios que son herederos de una tradición típica Mesoamericana.

Izúcar de Matamoros
El pueblo de Izúcar, con apenas 60,000 habitantes está situado en la parte centro oeste del estado de Puebla, sobre el filo de un caluroso pero fértil valle cruzado por varios ríos. La irrigación por canales hace posible dos o tres cosechas al año. Aparte de las principales siembras de maíz y caña de azúcar, una larga variedad de frutas típicas y otros productos tales como, arroz, son sembrados. En las partes del valle que no son irrigadas la tierra naturalmente es menos productiva. Pero las lluvias que caen de a mediados de mayo hasta mediados de octubre son usualmente suficientes para una seca temporada por año, consistiendo usualmente en maíz o frijol. Izúcar es el principal pueblo de una gran región del estado de Puebla. Organizaciones educativas y eclesiásticas son concentradas allí, y el hecho de convergen sobre los caminos a varias importantes partes del sureste mexicano, de allí que el comercio es una de sus mayores actividades. Ya en tiempos precolombinos fue un importatante centro urbano y un lugar donde los comerciantes aztecas recibían hospitalidad en su camino a las distantes partes de Mesoamérica. No es sorpresa que dentro de una década después de la conquista militar de México por los españoles, la Orden Dominicana construyo un monasterio en Izúcar para empezar la conquista espiritual en estas partes del país. En estos días no es muy común escuchar una lengua indígena en Izúcar, aparte de lo hablado por los pocos indígenas que vienen al pueblo, algunas veces por la perdida violenta, de tierra y trabajo en sus comunidades nativas. El mercado semanal el día lunes (no un día usual como el domingo, esto mismo es signo de importancia del pueblo) acapara vendedores y clientes de muchos pueblos, aldeas de esta parte del estado y de los estados vecinos de Morelos, Guerrero y Oaxaca. Un viajero puede descansar en uno de los muchos hoteles, ir al cinema y después disfrutar de diferentes burdeles. En conclusión, no hay razón para sospechar mucho del pasado precolombino al estar presente en este pueblo próspero. Pero debajo de la superficie se desenreda otro Izúcar. Un Izúcar que tiene una tradición que no solamente nos recuerda las culturas de la preconquista, sino que también contradice a esos investigadores quienes encuentran poco de importancia en comunidades labriegas fuera de la esfera de lo económico.

Divisiones espaciales
En un nivel espacial podemos distinguir en Izúcar varias divisiones, dos de las cuales trataremos en este texto: el centro con las partes externas del pueblo, barrios donde mayormente los labriegos viven; y en segundo lugar los siete barrios orientales y los siete occidentales (véase el mapa de acompañamiento). Estas distinciones son marcadas no solo físicamente por su localización, tipo de casa o vestido si no aun más en el ritual y en las varias formas de administración local. Como vemos la organización espacial está apenas relacionada con el comportamiento religioso y agrícola y también con la organización del tiempo. Para cualquiera que este familiarizado con las culturas Mesoamericanas la fusión del tiempo y espacio no es un tema común.
Representación esquemática de Izúcar de Matamoros. El nombre de cada iglesia es el mismo de todo el barrio; los números se refieren al orden de cada barrio en el sistema de irrigación. Las seis iglesias del centro no tienen número ya que no participan de este sistema.
La relación entre la parte central del pueblo y los barrios es muy a menudo antagónica. En actividad religiosa, intereses políticos, ocupaciones, niveles de educación, ingresos, y aun el vestir, la diferencia entre los dos grupos es bien marcada, no solamente por el observador fuereño si no también por los mismos miembros de ambos grupos. Aquellos del centro tienen un sentido de superioridad, el mismo que por ejemplo se muestran cuando están hablando acerca de un habitante de los barrios. Ellos entonces muy a menudo usan el termino barrieco (literalmente: persona que vive en el barrio), que tiene un fuerte significado despreciativo. En tiempos coloniales los españoles, mestizos y algunos negros e indios habitaron en el centro mientras que los barrios fueron exclusivamente indígenas. Una situación que fue impuesta y reforzada con medidas legales. El resultado de esta forma de planeamiento urbano sobre el presente día en Izúcar es interesante. En este texto nos concentramos en otra forma de organización espacial, la encontrada en los dos grupos de barrios (3).